Atalayas

un artista marcado por el rigor y la pulcritud y el dominio de la materia. Su obra es tan amplia como varia­da. Busca la perfección de la forma, la precisión del concepto. Él ha optado por un trabajo sutil: la atalaya o la torre, el lugar de contemplación donde el poeta se asoma al día y a la noche, al horizonte de Daroca o de la creación. Construye unas piezas -en DM policromado, en cartón y pigmentos, y en alabastro-, que llevan el título de algunos poemarios de Ildefonso: ‘De persona a persona’, ‘Luz sonreída, Goya, amar­ga luz’, ‘Las colinas’ o, entre otras, ‘El tiempo recobrado’. En cierto modo, dialogan los libros entre sí, vibra la palabra poética, alienta el crepitar de llama de la escritura de Ildefonso-Manuel Gil. La propuesta está llena de matices: las letras culminan la pieza, pero también se extienden por ella. Son el libro y las páginas del libro, y son una escala hacia la cumbre de la creación. Y son, claro, la torre almenada desde la que se puede leer al poeta o ver el paso de su sombra sigilosa y perennal.

Antón Castro

ATALAYAS PARA HEPTAPOEMARIO

Torres de bronce,

que se funden con tus poemas,

elevándose orgullosas para rendirte homenaje,

ante tu mirada sosegada.

Torres de bronce,

que contemplan los paisajes de tu infancia pueblerina,

que escuchan tus voces más queridas y sentidas,

que descubren tu nostalgia y melancolía,

que gritan tu compromiso y solidaridad con el hombre,

que no olvidan la unión de tu obra con la naturaleza,

que mantienen presente tu mirada sincera y tu ternura,

que añoran tu presencia en esta tierra.

Torre de piedra blanca, que, como tú deseabas,

muestra tu mensaje esperanzador de vida,

no olvida tus recuerdos y,

vela mientras tú duermes.

PICA